Seguridad pasiva y libertad pasiva. Hay que sumarlas

Calle de Reino Unido
Alguna vez ya hemos hablado lateralmente de las cámaras de seguridad que vigilan las calles, los locales, las oficinas, las fachadas, los autobuses urbanos, edificios privados de vecinos, los metro, los restaurante o los bancos. En alguna ciudades la seguridad pasiva es inmensa, casi agobiante para los que venimos de ciudades donde este tipo de control existe en mucha menor medida. ¿Es evitable?

Pues de momento parece que no. Incluso el aumento de este tipo de vigilancia total se está multiplicando en más y más ciudades, en cruces de calles, desde farolas, por parte de la policía local o estatal, en entradas a localidades, junto a radares de tráfico, etc.

Tendremos que acostumbrarnos a ellas, pues debemos advertir que lo que graban no está al alcance de cualquier persona, para revisarlas se requiere una orden policial o cuando menos un conocimiento desde quien es el responsable de su funcionamiento, que si bien no garantiza la totalidad de su uso, sí lo controla. Su eficacia es notable para encontrar a los responsables de la inseguridad cuando esta se produce, y por ello son muy tenidas en cuenta antes de cometer delitos.

A veces es muy complicado aunar la seguridad pasiva con la libertad pasiva. Pero creo que debemos perder el miedo a que nos graben, pues si no hemos realizado ningún acto complicado, no existe temor. Y si creemos que son capaces de grabarnos en nuestro domicilio, bajemos la persiana cuando nos pongamos a comer pipas o un bocadillo de tortilla. Para estar más tranquilos. La seguridad tiene un precio y hay que pagarlo.